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miércoles, 25 de abril de 2018

Querer escribir y no poder

Solo quien haya leído, entendido y comprendido a Ludwig Wittgenstein en su «Tractatus» está en condiciones de comprender las tortuosas elucubraciones político-filosóficas que me invaden y el fallido intento de plasmarlas, a diferencia de las palabras, que se las lleva el viento, sobre un soporte supuestamente perenne, practicando el noble arte de la escritura. Parto del supuesto de que el colectivo que cumple las tres premisas de partida es, estadísticamente hablando, anormalmente reducido, debido fundamentalmente al acusado déficit de comprensión lectora que afecta a la sociedad, en especial a las nuevas generaciones, déficit resignadamente aceptado y no combatido por nuestros políticos, como si se tratase de una maldición bíblica o de una nueva fuerza de la naturaleza contra la que no existe antídoto. Menuda pandilla de ineptos. Pero ésta no es la cuestión.

Ya he expresado en varias ocasiones mi convicción de que la secuencia entendimiento→comprensión es la clave de la comunicación y, por extensión, del conocimiento. Nadie puede comprender lo que no entiende. Esta conclusión, en mi caso, si me explican algo en ruso, es obvia. Y de forma general, también lo es si los términos expresados en el lenguaje que supuestamente entiende el lector u oyente no forman parte de su vocabulario. Vean pues la elemental forma de aumentar la comprensión lectora del personal: aumentar su vocabulario. Pero éste no es hoy el objeto de mis penas.

Sucede que me gusta escribir. He tenido la inmensa suerte de dedicarme profesionalmente a la consultoría en gestión de la calidad, lo que me ha permitido escribir muchísimo, y hacerlo aplicando en grandes dosis la secuencia anteriormente mencionada, sin la cual me hubiese sido imposible transcribir con un razonable grado de precisión y veracidad desde complejos sistemas de gestión empresarial hasta las más elementales instrucciones de trabajo. Y este trabajo de escritura no se podía realizar sin comprender lo que observabas o lo que te explicaban. Cierto es que el entendimiento es condición necesaria pero no suficiente. Puedo entender una disertación divulgativa sobre mecánica cuántica, pero esto no me conduce necesariamente a su comprensión. Centrémonos pues en el entendimiento.

Decía Wittgenstein en su proposición 5.6: «Los límites de mi lenguaje¹ significan los límites de mi mundo». La primera vez que leí esta proposición (y en menor grado, las que se citan a continuación) me impactó como un mazazo. ¡Cuánta razón tiene! Un lenguaje "estrecho" te condena a un mundo "estrecho". Seguimos con el último párrafo de la 5.61 «Lo que no podemos pensar no lo podemos pensar; así que tampoco podemos decir¹ lo que no podemos pensar». Aquí se establece con claridad meridiana la causa antecedente de cualquier expresión verbal: pensar primero. Es decir, pensamos y, después, decimos o, alternativamente, escribimos. Y pienso que no hay mejor forma de terminar con esta apelación al maestro de la lógica, que recurrir a su última proposición, la última frase del libro, su famosa y lapidaria proposición 7: «De lo que no se puede hablar hay que callar». Fin del libro. Imposible añadir nada más. Solamente una reflexión personal: Que bien nos iría si se le hiciera más caso.

Y en eso estamos. Quiero escribir (tengo tiempo y escribir me satisface) y no puedo. Porque de lo que me gustaría escribir, no puedo hablar. Me considero una persona interesada en la sociedad, en su entorno, en el día a día, en la política, en la lectura de la prensa "online" y escrita, en las tertulias con amigos o radiofónicas, en los informativos de radio y TV, en la observación de las gentes en la calle, en sus actitudes. En suma, una persona intelectualmente voraz y abierta a todo "input"² que me enriquezca y me haga sentir protagonista, miembro activo de una sociedad y ciudadano del mundo. Y no lo entiendo. Pienso y no lo entiendo. 

Avalancha terminológica (metáfora)
Hablan siempre de lo mismo, empleando términos cuya literalidad entiendo, pero cuyo significado, en muchos casos y en el contexto en que se utilizan, se me escapa. Vocablos o conceptos repetidos hasta la saciedad, tales como «libertad», «democracia», «urnas», «justicia», «presos políticos», «rebelión», «exilio», «procés», «referéndum», «diálogo», «consenso», «consulta», «Estado», «nación», «país» (habitualmente en su forma plural y adjetivado), «legalidad», «legitimidad», «representatividad», «dignidad», «represión», «violencia», «república», «constitución», «audacia», «expolio», «agravio», «venganza», «golpe de estado», «derechos humanos», «telemático/a», «Mesa» (con mayúscula), «eficaz», «efectivo», «eficiente» (los tres últimos aplicados generalmente al «govern»), utilizados con excesiva alegría y distinto propósito por las partes enfrentadas, mezclados en un cóctel imposible, utilizados con superficialidad, con demagogia, con desconocimiento de sus acepciones formales, con intenciones perversas, explotando simbolismos numéricos³, alfanuméricos o cromáticos aplicados profusamente al mundo textil y, más recientemente, al vegetal, abusando de crípticas siglas solo aptas para iniciados y de extrañas e impronunciables localizaciones geográficas, exacerbando los sentimientos más primarios, escamoteando la racionalidad, dirigidos a oyentes cautivos o apesebrados que, sorprendentemente, los entienden y aceptan como consignas o banderines de enganche a no se sabe que batallas o guerras, en lo que me parece una clara regresión a la tribu o, más benévolamente, a la Baja Edad Media. Lo ves en la calle o te lo inyectan directamente en el cerebro en la mayoría de medios. Y consiguen que pienses en ello. Pero como no lo entiendo, por pura lógica, por puro agotamiento, estoy empezando a dejar de pensar. De hecho, ya ni quiero pensar.

Y desoyendo a Séneca⁸, y utilizando el no querer como la causa del no poder, continúo y termino mi cadena de inferencias lógicas:

Lo que no puedo pensar, no lo pienso. Lo que no pienso, no lo puedo decir o, lo que es lo mismo, no lo puedo hablar. Y de lo que no se puede hablar, mejor callar. O lo que es lo mismo, mejor no escribir.

NOTAS:
1 – Resaltado en el original.
2 –  Deformación profesional un punto pija.
3 – 155, 1714.
4 – 9-N, 11-S, 21-S, 1-O, 27-O, 25-D, 22-M.
5 – 579-580 nm; RGB: 255, 255, 0; HTML: #FFFF00
6 – DUI, JxSí, JxCAT, ANC, AMI, CDR, TS, AN.
7 – Estremera, Waterloo, St. Andrews, Schleswig-Holstein.
8 – «El no querer es la causa; el no poder el pretexto», Epistulae Morales ad Lucilium 116,8.
9 –  Pues para no poder escribir… 😊

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